Lluís Domènech i Montaner (1849-1923), el gran arquitecto del modernismo, continúa las obras del Palau Montaner allí donde, por desavenencias con la propiedad, las deja Josep Domènech i Estapà, primer arquitecto del edificio.
A pesar de la libertad creativa que el editor Ramon Montaner i Vila y propietario del edificio, le concede a Domènech i Montaner para construir su mansión familiar, él decide continuar la obra a partir de la caja construida por su predecesor, introduciendo elementos ornamentales y ampliando el alero previsto para atenuar la severidad de las líneas y dotarla de carácter.
Lluís Domènech i Montaner, sobrino del editor, había construido la sede de la editorial Montaner y Simón para su tío y el socio de éste, Francesc Simon, en la vecina calle Aragó. También se había hecho cargo del diseño y la dirección de proyectos de la editorial.
En el Palau Montaner, enriquece el exterior del tercer piso con una representación seriada de cerámica vidriada de figuras prerrafaelitas, atribuidas a Alexandre de Riquer, sobre las artes y la edición, que equilibra las proporciones de las fachadas.
En el interior, Domènech i Montaner dibuja un amplio vestíbulo con una escalinata imperial de piedra con elementos esculturales florales y zoomórficos. En lo alto emplaza una gran claraboya de vidrio mosaico que ilumina la entrada con luz cenital.
Domènech i Montaner se rodea ya entonces de un equipo de los mejores artesanos de las artes aplicadas de la época: con los mosaicos de Lluís Bru, las esculturas de Eusebi Arnau, la ebanistería y tejidos de Gaspar Homar, la forja de Francesc Tiestos y las vidrieras de Antoni Rigalt.
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